La ambiciosa estrategia «un cinturón, una ruta», llamada BRI (Belt and Road Initiative), fue expuesta por primera vez por el líder supremo chino Xi Jinping en 2013, y desde entonces está marcando de forma clara y decidida todas las acciones del gobierno chino. Inicialmente era abanderada por las altas instancias del régimen, pero en los últimos meses está bajando de forma clara y piramidal a todas las estructuras de la gigantesca China.
La guerra comercial con Estados Unidos está haciendo que este proyecto se acelere y que ya sea casi una obsesión para todos los órganos de gestión territorial de la República Popular de China. Esta estructura territorial está formada por 32 entidades administrativas locales: 22 provincias (23 si se incluye Taiwán), cinco regiones autónomas, cuatro municipalidades bajo administración directa del Gobierno central y dos regiones administrativas especiales.
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Últimamente he tenido la ocasión de participar en varios encuentros con entidades territoriales chinas de todo tipo, donde las grandes ideas son: queremos comprar y equilibrar la balanza comercial china con el resto del mundo, queremos inversión extranjera en China, garantizamos seguridad jurídica y un régimen fiscal eficiente, protección del know-how extranjero, etc.
En resumen, China ha decidido sustituir el papel de Estados Unidos como eje del comercio internacional. Para ello ha diseñado una estrategia de desarrollo de infraestructuras e inversiones en 152 países y organizaciones internacionales en Europa, Asia, Oriente Medio, América Latina y África. Ya se habla de que la iniciativa Belt and Road puede ser uno de los proyectos de infraestructura e inversión más grandes de la historia.
Este gigantesco proyecto tiene muchas vertientes que nos afectarán, pero en este artículo me gustaría analizar, sobre todo, una parte muy importante de la misma que constituye lo que se denomina la ruta de la seda ferroviaria, es decir, la capacidad de conectar la inmensa China con Europa mediante el ferrocarril. Queda claro que la ruta de la seda marítima ya es una realidad, pero bajo mi parecer, también su equivalente terrestre tiene un interés muy importante para nuestra economía.
De hecho, Italia lo ha visto claro y se ha convertido en la primera economía desarrollada en inscribirse al programa de inversión global de China, lo cual, como es lógico ha suscitado preocupaciones entre los aliados occidentales de Italia que ven como puede coger una posición líder en el intercambio terrestre de mercancías con China. Hay que tener en cuenta que este transporte, desde un punto de vista logístico es muy eficiente ya que por cada 4 toneladas de mercancía que viaja de China en Europa, sólo una tonelada lo hace en sentido contrario. Se presenta, pues, una gran oportunidad de equilibrar los flujos logísticos con el gigante asiático.
El modelo de crecimiento de la economía china, basado hasta ahora en la exportación, la industria y la inversión, da paso a uno nuevo donde tendrá un papel cada vez más decisivo los servicios y el consumo doméstico, dentro de un constante aumento del nivel de vida de la población. Con una clase media y alta que no para de crecer, ya tiene en el consumo interno la mayor palanca de crecimiento económico, es aquí donde tenemos una gran oportunidad. No hay que olvidar, que China es la segunda economía del mundo, la primera en poder adquisitivo y tiene una población de casi 1.400 millones de habitantes.
Cataluña tiene una gran oportunidad que debe saber aprovechar. Bajo mi punto de vista, nuestro sector agroalimentario debería dar un paso adelante y posicionarse
Ante este escenario, pienso que Cataluña tiene una gran oportunidad que debe saber aprovechar. Bajo mi punto de vista, nuestro sector agroalimentario debería dar un paso adelante y posicionarse. La ruta de la seda ferroviaria tiene una duración inferior a la marítima, estamos hablando de entre 14 y 16 días contra las 6 semanas que dura el transporte marítimo.
Esta disminución de la duración del trayecto no es trivial, además de hacer más eficiente la cadena logística, reducir stocks y servir más rápidamente al cliente, nos permite abrir la oportunidad de enviar productos frescos al gigante asiático, en lugar de productos congelados que pierden calidad y necesitan de un enorme gasto energético para transportarse.
Existe tecnología de frío capaz de hacerlo y de reducir la huella de carbono en un 80% respecto a otros sistemas de transporte. Este es otro elemento por considerar, la sostenibilidad medioambiental; el ferrocarril y los contenedores de frío de nueva generación permiten enviar productos frescos a grandes distancias y hacerlo con una reducción muy importante del impacto medioambiental.
Este nuevo mercado, seguramente, puede permitir dejar de pagar dinero a los agricultores para que arranquen árboles e incentivarlos a que en planten más, ya que podemos vender a un nuevo mercado con precios muy interesantes, sustituyendo la cantidad por la calidad.
Finalmente, decir que para que esta nueva ruta de la seda sea eficiente es muy importante que se hagan de una vez todas las inversiones pendientes que aseguran nuestra conexión ferroviaria con Europa, el tan conocido corredor mediterráneo. Sin embargo, ya somos capaces de hacerlo, con una mayor complejidad logística y mayor coste, pero esta ruta hoy en día ya es una realidad. Es necesario que todos, administraciones, productores y empresas logísticas rememos en una misma dirección si queremos aprovechar esta oportunidad y que no la capturen otros.